Ningún animal ha estado tan unido al hombre como el perro, no sólo ha sido su compañero sino también un sustituto ante los Dioses, donde el perro fue un importante símbolo de lo sagrado.
En Mesoamérica se han encontrado perros enterrados en tumbas, esto sugiere que las costumbres funerarias hacían del perro el animal conductor hacia el reino de los muertos por excelencia.
Tuvo la función de transportar al Sol y acompañarlo en su recorrido cotidiano por el reino de la muerte, del mismo modo que el espíritu del perro común transportaba al de su amo al Mictlán.
El perro también tuvo otras relevancias: fue uno de los seres que se sacrificaban a los dioses, su carne fue ingerida como comida sólo en rituales ya que no hay ningún dato que permita afirmar que el perro se comía como alimento común. Además, fue el animal que reemplazó como víctima al ser humano en algunos tipos de sacrificio.
Otro valor simbólico del perro que coincide con la de muchas otras culturas antiguas, fue la de ser el encargado de transportar el espíritu de su amo hasta el inframundo. El perro se considera un ser nocturno que conoce los caminos en la oscuridad y puede ver los espíritus; además, es el compañero inseparable del hombre, por lo que va con él hasta el más allá.
En algunos grupos indígenas mayas ponían junto al muerto que era atado en posición fetal, comidas y bebidas para facilitarle el viaje al otro mundo, y además llevaba tortillas especialmente para los perros que mató y comió para que allá no lo mordieran. Esta la creencia incluso ha sobrevivido hasta hoy.
En conclusión el perro es un ser que se asoció simbólicamente con los tres estratos del universo, es celeste porque se asocia al Sol y a Venus, es terrestre e infraterrestre porque simboliza a los dos astros en su aspecto de tránsito por el reino de la muerte y por su íntima relación con el hombre, que le permite sustituirlo como víctima del sacrificio humano y que al conocer los caminos en la oscuridad y poder ver los espíritus de los hombres cuando se separan del cuerpo, tanto en el sueño como en la muerte, es quien conduce a las almas de los difuntos a su destino final. Hombre y perro, como en la vida cotidiana, son inseparables en el pensamiento religioso de los nahuas y de los mayas