En África cuando hay una muerte todo el mundo acude a la casa, y todo se detiene. Si el fallecido es musulmán, el duelo durará un sólo día, ya que, según el Islam, es obligatorio enterrar al difunto lo antes posible, aunque no puedan llegar todos los familiares.
Sólo los hombres accederán al cementerio, las mujeres no podrán ir. El duelo concluirá con una pequeña ceremonia en casa, donde se dará de comer a los asistentes y se recitarán versículos del Corán.
Si el fallecido es católico el duelo es mucho más largo. En primer lugar se informaría a los parientes para que pudiera desplazarse. Tendrían que buscar los medios para comprar el ataúd (su calidad determina el nivel económico de la familia) y pagar los gastos del entierro, que incluirían dar de comer a todos los parientes durante todo el periodo del duelo, lo que supone una enorme carga para la familia.
Dentro del ataúd, obligatoriamente, acompañarían al fallecido sus ropas y objetos más queridos y valiosos: sus prendas preferidas, sus joyas, si es una mujer, así el día en que se reencuentre con sus familiares en el más allá, podrá presentarse a ellos dignamente.
En caso de que el fallecido sea animista, los familiares y vecinos vendrían a casa, se quedarían y beberían vino de palma. Se sacrificaría uno o varios toros, para celebrarlo, dependiendo del nivel económico de la familia y de la posición social del difunto.
El cadáver se colocaría en un ataúd tradicional, mucho más simple y hecho artesanalmente. Durante las exequias se haría el interrogatorio o ‘autopsia tradicional’, para saber de qué ha muerto. Los funerales y el interrogatorio tendrían lugar en la plaza pública, y obligatoriamente, todo el mundo tendría que estar presente. Si alguien no estuviera, podría ser considerado sospechoso.
Cuatro porteadores sostendrían el ataúd. Éste, sin ningún tipo de orden, ‘mágicamente’, bailando, se dirigiría y encontraría, entre la multitud, a las personas más cercanas al muerto (amigos íntimos, familiares)
El interrogatorio empezaría con la primera persona a la que se dirigiera el féretro. Ésta, se pondría delante del mismo y públicamente, diría al difunto: “Me dirijo a ti, y quiero saber si has muerto de muerte natural, si es así, te deseo un buen viaje y un feliz reencuentro con nuestros antepasados”. Si el féretro retrocediera o avanzara, se trataría de una respuesta afirmativa a la muerte natural. En caso de que el féretro se quedara quieto o retrocedira, se cosideraría una muerte natural. Los animistas entierran a sus difuntos en el “Bosque Sagrado”.