Los 135 restos humanos y más de 300 mil fragmentos de cerámica encontrados en el cementerio indígena de Usme, hasta hoy uno de los más grandes de Latinoamérica, parecen demostrar que bajo tierra pueden encontrarse más de diez mil cadáveres, por lo que en esta zona se construirá un parque arqueológico.
Los primeros descubrimientos datan del 2007, cuando unos operarios que preparaban parte de este terreno para la construcción de una gran urbanización vieron cómo sus máquinas removían vestigios humanos.
El pueblo Muisca, palabra que significa “hombre”, habitó el altiplano central de Colombia entre los siglos que van del X al XVI. Desde siempre se les ha caracterizado por su extraordinario saber alfarero y agricultor, por su arte y tecnología textil y, tal vez –como dice el conocimiento ancestral–, por la “malicia indígena” que seguramente heredaron sus futuras generaciones: los habitantes de Usme.
Diversos grupos han trabajado simultáneamente para obtener la información sobre los aborígenes de la zona.
Hasta el momento, en la necrópolis de Usme se han encontrado los restos de 135 individuos y más de 100 tumbas. Se han descubierto al menos seis tipos de bóvedas con formas circulares, ovaladas y con cámaras laterales. De igual manera, ocho maneras de acomodar los cuerpos: algunos tienen las manos en el pecho, otros están boca abajo y otros en posición fetal. Esta variedad y la profundidad cronológica obtenida mediante análisis de carbono 14 sugieren que al menos 20 generaciones hicieron uso de este lugar de culto, de ofrendas y de comunicación con los dioses.
Actualmente, las investigaciones del equipo de arqueólogos revelan que la necrópolis de Usme, más que un cementerio, es considerada como un alto lugar de culto, ofrendas y comunicación entre los Muiscas y el mundo de los dioses. Durante siglos, en este privilegiado sitio se llevaron a cabo ceremonias que buscaron restablecer equilibrios rotos entre la naturaleza y los seres humanos, con rituales en torno a la muerte.Además, la posición de ciertos cuerpos muestra la fijación del estado de rígor mortis del cadáver e indicaría que algunas personas fueron enterradas vivas y habrían fallecido por asfixia, bajo los sedimentos que rellenaron la fosa.