La historiadora Catherine Corless fue la responsable del descubrimiento, que inició a partir del comentario de una persona sobre “la existencia de un cementerio para recién nacidos”, que motivó una investigación del archivo sobre el antiguo convento al oeste de Irlanda, donde descubrió los restos de 796 niños, desde recién nacidos hasta los 8 años, en una antigua fosa séptica que se adecuó como fosa común. Los cadáveres habrían sido enterrados en secreto por monjas del Convento Santa María
Un familiar de un menor que estuvo en la institución, interpuso una querella para entender los acontecimientos de la época, luego de que se descubriera en 1975 por los habitantes de la localidad la fosa común, que se considera el lugar de reposo de los restos de las víctimas de la Gran Hambruna del siglo XIX, donde murieron cientos de miles de personas.
Aunque el convento fue derribado, la fosa fue preservada por los vecinos y la antigua construcción de St. Mary, una de las muchas casa-hogar donde podían albergarse madres e hijos a principios del siglo XX; la particularidad del lugar es que las madres eran mujeres solteras embarazadas, a las que a menudo, se obligaban a dar a sus hijos en adopción.
Este tipo de instituciones padecieron problemas de enfermedades y malnutrición que se encuentran documentados. Los registros del convento que han salido a la luz hace poco, confirmaron que los 796 niños muertos, fallecieron a causa del hambre o de las enfermedades infecciosas, como el sarampión o la tuberculosis, además la doctrina conservadora católica de la época, negaba el bautizo a los menores concebidos fuera del matrimonio y por tanto, el entierro en el camposanto. Tras conocerse el origen de los cuerpos, se formó un comité para recaudar dinero y levantar un monumento con los nombres y edades de los 796 muchachos.