La tasa de obesidad en la población de los Estados Unidos alcanzó una cifra récord: el 28,9% de los adultos son obesos (el doble de lo que se registraba en 1997). Y recién ayer la Asociación Médica Estadounidense clasificó a la obesidad como “enfermedad”, y estiman que podrían alentar a cambios en el acceso de los afectados a los tratamientos.
En los Estados Unidos, la declaración de la obesidad como enfermedad significará que, ahora, los médicos tendrán que comprometerse más para alentar a sus pacientes en el tratamiento. El problema es que muchos médicos no les aconsejan perder peso a sus pacientes para no molestar su sensibilidad. A partir de ahora, el diagnóstico será obligatorio, y aumentarán las presiones sobre las empresas farmacéuticas para que aprueben nuevos fármacos anti-obesidad.
Reconocer que la obesidad es una enfermedad servirá para enfrentar mejor este problema, que golpea a uno de cada tres estadounidenses. Antes de la decisión, en ese país la obesidad era considerada un “factor de riesgo” para algunas enfermedades, como el colesterol alto y para patologías cardiovasculares.
Según la ley, se deberían tomar medidas para que las escuelas y los hospitales cuenten con comodidades y equipamiento adecuado para uso y asistencia de las personas con obesidad. Además, todas las instituciones de atención médica, públicas y privadas, deberán llevar un registro estadístico de pacientes con trastornos alimentarios y de las enfermedades crónicas relacionadas.
Desde España no podemos ver el problema como algo ajeno. La obesidad es el mayor riesgo para la salud en los países desarrollados y los datos de España son todo un ejemplo. 37 de cada cien adultos tienen sobrepeso y 17 son obesos, mientras que dos de cada diez niños y adolescentes también presentan exceso de peso y uno obesidad.