Para la cultura azteca, la oposición entre la vida y la muerte no era tan extrema como la vemos nosotros en la actualidad. De alguna manera, ellos creían que ambas cosas se complementaban. Entre las tantas actividades que realizaban en sus cultos a la muerte, se encontraban los sangrientos sacrificios humanos.
Los sacrificios humanos
El motivo por el cual la comunidad azteca realizaba sacrificios humanos se basaba en la necesidad de rendir culto a sus dioses, y de ofrecerles los bienes más preciados como la propia vida, el cuerpo y la sangre. Era una forma de mostrar respeto por sus grandes símbolos espirituales y transformarse, de alguna manera, en colaboradores de la divinidad.
Los rituales funerarios de los aztecas
A aquellos que morían por causas naturales o que no eran objeto de los sacrificios a los que acostumbraban, se los ataba en cuclillas cubriéndolos con papeles y mantas. Antes de proseguir, se colocaba una piedra de jade en la boca del difunto, que simbolizaba el gran corazón y espíritu del fallecido.
También se colocaba en las manos del muerto un jarrón con agua, que se creía que podía servirle para el camino hacia el inframundo. Por último, los aztecas acostumbraban a quemar a sus cadáveres, una vez hecho todo el proceso funerario. Además, quemaban también las pertenencias y la vestimenta del individuo, ya que creían que haciendo esto protegerían al difunto del frío al que se tendría que enfrentar en el otro mundo.
Luego de la incineración del cadáver, los ancianos sabios de la comunidad rociaban con un poco de agua los restos que habían quedado. Las cenizas eran colocadas en un jarrón y luego las enterraban en alguna habitación de la casa del fallecido, junto con ofrendas y regalos para ayudar al mismo a pasar más rápido al otro mundo.