Miles de bolivianos, particularmente los indígenas de la etnia aimara, acuden cada año al cementerio más grande de La Paz (Bolivia) para venerar a las calaveras de su propiedad, un antiguo ritual conocido como la fiesta de las “Ñatitas” (chatas o sin nariz). Los seguidores de este culto adornan a sus calaveras con sombreros, gorros, gafas de sol y las colocaron en urnas especiales para presentarlas en el cementerio y cumplir con esta macabra tradición, muy arraigada en La Paz.
Traidición y culto
El origen de esta tradición es incierto, si bien la creencia mayoritaria es que data de la época precolombina. En muchos casos, los cráneos venerados son de familiares o de los amigos de los devotos, quienes habitualmente les rinden culto en altares que tienen en casa con velas, comida y bebida para pedirles prosperidad o la protección de su salud y viviendas. Los devotos de esta tradición llevan las calaveras al cementerio una semana después de la celebración de Todos los Santos y el Día de los Difuntos.
Quienes practican las ceremonias creen que los espíritus de las “Ñatitas” descienden a la Tierra desde el Cielo para proteger a la familia que las posee y por eso las llevan al cementerio para que estén en un ambiente de mayor familiaridad, les ofrecen cigarrillos y bebidas y les rezan.
La iglesia Católica rechaza el culto a las calaveras pese a que miles de personas insisten en llevarlas al templo del cementerio en las urnas para que sean bendecidas por el párroco, que se limita a dar algunas charlas de reflexión sin involucrarse en la celebración.