Con el nacimiento de la fotografía se practicó también la fotografía de difuntos. Francia fue el primer país que inició esta costumbre y de allí se extendió a otros países y continentes. Era una forma distinta de ver la realidad, una forma de recordar el paso por la vida y de mantener vivo el recuerdo de un ser querido.
Las imágenes resultantes eran impresionantes . Se fotografiaba al difunto solo o junto a familiares, amigos o mascotas, en actitudes cotidianas o con sus pertenencias más queridas. Los cadáveres se vestían con sus mejores ropas y en ocasiones se preparaban y retocaban para simular vida, así no es extraño ver retratos de difuntos con los ojos abiertos, como si posaran. Otras instantáneas reflejaban la muerte con toda su crudeza y se podía ver al difunto en su ataúd, preparado para ser sepultado y acompañado por sus más allegados. Este tipo de fotografía era un lujo, y muchas familias modestas hacían un gran esfuerzo para pagar aquella instantánea que perpetuaría el recuerdo de esa persona amada, siendo muy probablemente ésa la única imagen que tendrían de su paso por la vida.
Muchos fotógrafos se especializaron en la fotografía de difuntos y con el paso del tiempo fueron adquiriendo técnicas cada vez más sofisticadas que rozaban lo artístico, llegando incluso a preparar el cadáver para obtener esa imagen única, llena de simbolismo y en muchas ocasiones de extraña belleza.
Bebés y niños
En esa época la mortalidad infantil era muy elevada. Las imágenes de éstos son, sin duda, especialmente impactantes Los niños eran seres puros que por su corta edad no habían tenido tiempo de pecar, por ello se les llamaba también albados, del latín albatus, que hace referencia al color blanco, símbolo de pureza. Para muchas familias la muerte de un niño era considerada una ” bendición”, pues existía la creencia de que cuando un niño fallecía iba directamente al cielo, convirtiéndose en un ángel que protegería a los suyos.
El ser humano siempre ha necesitado ampararse en costumbres, creencias, supersticiones o simplemente en la fe para ayudarse, si no a comprender, a dar sentido a la muerte que sigue siendo ese gran tabú, ese gran misterio y la última frontera que todos deberemos un día traspasar.