La obesidad es un problema de salud, que tiene consecuencias en vida, pero también tras la muerte. Últimamente se han incendiado varios hornos crematorios por las altas temperaturas que se alcanzan al incinerar personas con sobrepeso.
Un crematorio en la ciudad austriaca de Graz se incendió cuando intentaba incinerar el cuerpo de una mujer con sobrepeso. El cadáver de la mujer, que pesaba más de 200 kilos bloqueó los filtros de ventilación del horno, elevando la temperatura hasta los 300 C .
Minutos después de iniciarse la cremación, la cámara empezó a recalentarse y aunque los trabajadores desconectaron inmediatamente la maquinaria, un humo negro procedente del filtro empezó a extenderse por la instalación. El problema reside en que la grasa es un combustible de lo más incendiario, y cuando se ha quemado el cuerpo, ésta sigue ardiendo, y no es fácil apagarlo.
Ante la creciente talla de los difuntos, crematorios de Suiza, Australia y Gran Bretaña han habilitado hornos de tamaño especial para incinerar estos cuerpos. El problema de los difuntos obesos también es extrapolable a los cementerios, donde los ataúdes, nichos y tumbas XXL son cada vez más habituales. En 2015 entrará en funcionamiento en St. Gallen (Suiza) un crematorio con hornos que soportarán pesos de hasta 250 kilos, para resolver este problema, cada vez más frecuente.