La ciudad portuaria de Halifax, la capital de la provincia canadiense de Nueva Escocia, en la costa atlántica, tuvo que afrontar las consecuencias del hundimiento del Titanic, un desastre en el que murieron unas 1.500 personas.
Fueron los habitantes de esta ciudad quienes recogieron en sus barcos los cadáveres, y los enterraron en sus tres de sus cementerios.
En la ciudad de 300.000 habitantes hay muchos recordatorios visibles del desastre: 150 tumbas, más de 20 lugares relacionados con las tareas de recuperación y decenas de restos. Un siglo después de que el crucero chocara con un iceberg y se hundiera el 15 de abril de 1912,
La mayoría de los muertos están enterrados en el cementerio de Fairview Lawn, en el norte de la ciudad, donde cuatro filas de lápidas de piedra gris recuerdan a las víctimas del Titanic. El Museo Marítimo de Halifax tiene una exposición permanente sobre el gran transatlántico.
Una de las tumbas más visitadas de Fairview Lawn es la del pequeño niño que hasta el año 2007 yació sin identificar y que ahora se sabe que contiene los restos de Sidney Leslie Goodwin, un niño inglés que viajaba en tercera clase junto con su familia que también pereció en el desastre.
La costa de Halifax tiene una longitud de unos 400 kilómetros; es en su mayor parte rocosa, con pequeñas playas de arena aisladas en bahías protegidas. Halifax conmemora lo ocurrido con una serie de conciertos, conferencias y otros acontecimientos.