En 1973 nacía el famoso “síndrome de Estocolmo”, tras un secuestro en la capital sueca de conmocionó al país. El término lo acuño el profesor de medicina Nils Bejerot (1921-1988) poco después de aquel suceso para referirse a aquellos rehenes que se sienten identificados con sus captores, que desarrollan una relación de complicidad con ellos y un fuerte vínculo afectivo. El suceso fue el siguiente: El 23 de agosto de 1973 el presidiario de permiso Jan Erik Olsson entró en el banco Kreditbanken de Normalmstorg, para perpetrar un atraco durante el cual tomó ocho rehenes. Las negociaciones para liberarlos se prolongaron durante seis largas y tensas jornadas.Una vez liberados, los secuestrados aclararon a los periodistas que en las 131 horas que habían permanecido retenidos sintieron que el auténtico enemigo era la policía y no su captor, con el que dijeron haber pasado muy buenos momentos.
El fenómeno se debe, dicen los expertos, a que las víctimas interpretan la ausencia de violencia contra ellos como una prueba de la humanidad por parte del secuestrador, con el que están agradecidos.
El proceso implica una identificación y cooperación entre el rehén o víctima y el autor se debe en parte a que los dos están en el “mismo bando”, ambos quieren salir ilesos del incidente. La víctima debe obedecer a sus captores que son, a final de cuentas, quienes principalmente pueden velar por su seguridad. La supervivencia de la víctima puede llevarla a estar agradecida con ellos.
SÍNTOMAS COMUNES
Los expertos no se ponen de acuerdo sobre cuáles son los rasgos característicos o sobre los factores que hacen que algunas personas sean más susceptibles que otras a la hora de desarrollarlo. Sin embargo la mayoría coinciden en que este síndrome tiene tres características principales:
El síndrome de Estocolmo cumple 40 años
El 20 de agosto de 1973 nacía el famoso “síndrome de Estocolmo”, tras un secuestro en la capital sueca de conmocionó al país. El término lo acuño el profesor de medicina Nils Bejerot (1921-1988) poco después de aquel suceso para referirse a aquellos rehenes que se sienten identificados con sus captores, que desarrollan una relación de complicidad con ellos y un fuerte vínculo afectivo.
El fenómeno se debe, dicen los expertos, a que las víctimas interpretan la ausencia de violencia contra ellos como una prueba de la humanidad por parte del secuestrador, con el que están agradecidos.
El proceso implica una identificación y cooperación entre el rehén o víctima y el autor se debe en parte a que los dos están en el “mismo bando”, ambos quieren salir ilesos del incidente.
La víctima debe obedecer a sus captores que son, a final de cuentas, quienes principalmente pueden velar por su seguridad. La supervivencia de la víctima puede llevarla a estar agradecida con ellos.
SÍNTOMAS COMUNES
Los expertos no se ponen de acuerdo sobre cuáles son los rasgos característicos o sobre los factores que hacen que algunas personas sean más susceptibles que otras a la hora de desarrollarlo. Sin embargo la mayoría coinciden en que este síndrome tiene tres características principales, que se repiten siempre: los rehenes tienen sentimientos negativos hacia la policía u otras autoridades, tienen sentimientos positivos hacia sus captores, y éstos desarrollan sentimientos positivos hacia sus rehenes.