Así se piensa en el Tíbet, donde se cree que el cuerpo es solamente un envase para el alma, por lo que después de la muerte de una persona, el cuerpo pasa a carecer de importancia alguna. Pero este no es único motivo; en esta zona del mundo la madera con la que los cuerpos son sepultados es demasiada cara, y por lo tanto quemar el cuerpo con el ataúd es una actividad prohibitiva para casi toda la población
Todo ello también se explica debido a donde se encuentra esta zona, a varios miles de metros de altitud, donde las nieves perpetuas son habituales y donde el suelo rocoso y congelado es tan duro que es imposible cavar para poder enterrar un cuerpo. Todo ello explica la razón de por qué tratan de la siguiente manera el cuerpo una vez muerto.
De la tierra venimos y a la tierra vamos
Cuando una persona muere en la zona del Tíbet es desmembrada. Sus entrañas son ofrecidas a los buitres, incluidos los huesos, que se trituran y se mezclan con harina, conocida como tsampa, para que de esta forma sea más fácil de comer para las aves rapaces que lo buscan. El cadáver debe desaparecer totalmente, es decir, los buitres se lo deben de comer entero para que así se permita la liberación total del alma.
Después de la ceremonia, los representantes de la familia ofrecen al “ejecutor” del descuartizamiento y posterior ofrecimiento a los buitres, una ceremonia, donde le ofrecen algo de comida y cerveza, que han estado preparando durante los días anteriores a este ritual.
Se trata de una forma de enterramiento ancestral, donde lo importante como hemos dicho antes es la liberación del alma, la liberación del objeto que lo retiene, que en este caso es el cuerpo humano.