En el argentino cementerio de El Norte hay una serie de tumbas que se han convertido en un semillero de devociones.
Estos son algunos ejemplos:
Pedrito “Hallao”. El día de San Pedro, el 29 de junio de 1948, el sereno del Cementerio del Norte encontró un bebé recién nacido abandonado a las puertas de la necrópolis. El niño agonizaba a causa del frío y de las picaduras de las hormigas. Se creyó que se trataba del bebé de una familia adinerada, debido a la vestimenta. Al morir le construyeron un mausoleo.
Desde entonces su tumba está siempre llena de ofrendas: prendas de niño, chupetes, juguetes, zapatitos, crucifijos e imágenes de santos. Lo llamaron Pedrito por el santo de su día y “Hallao” fue el apellido cariñoso que heredó por haber sido encontrado. Lo visitan sobre todo estudiantes y padres con hijos enfermos para pedir por una cura.
La Brasilera. En su tumba no hay ningún epitafio que indique su nombre verdadero ni la fecha de su deceso.Hay diversas versiones y leyendas acerca de esta tumba. Hay quien sostiene que se trataba de una curandera y rezadora de cementerios. Sin embargo, el personal del cementerio asegura que era una conocida prostituta de principios de siglo. Respecto de su muerte circulan también varias versiones. Algunos aseguran que murió cuando sus ropas ardieron con el fuego de una vela; otros creen que murió ahogada en una inundación en el subsuelo de la iglesia de San Roque. Según los empleados del cementerio son muchos los estudiantes y prostitutas que se acercan para rezar y cumplir promesas.
De delincuente a “santo”
Andrés Bazán Frías era un malhechor perseguido por la Policía y cayó muerto, acribillado a balazos, en 1923, cuando intentaba escalar los muros del Cementerio del Oeste. Hasta los 20 años llevaba una vida honrada, después se inclinó por una vida en la delincuencia y se transformó en una especie de héroe justiciero que robaba a los ricos para darles a los pobres, quienes lo ayudaban a huir de la Policía.
En los bolsillos de Bazán Frías hallaron un crucifijo, una medalla y un escapulario (era devoto del Sagrado Corazón de Jesús), varias llaves ganzúas y 50 centavos, además de la orden de captura. Todo ello fue suficiente para crear el mito.