Tras la venta de unos terrenos para la construcción de las vías del tren, cientos de tumbas tuvieron que ser reubicadas en la iglesia londinense de Saint Pancras. A pesar de que se trataba de uno de los lugares de culto católico más antiguos de Londres, la iglesia de Saint Pancras no es tan famosa por su historia como por un árbol que se encuentra en la parte trasera del templo y que se conoce como ‘El árbol de las lápidas’.
Alrededor de este fresno, colocadas en círculos concéntricos, se encuentra un centenar de lápidas que dan a este rincón de Saint Pancras un aspecto tan peculiar como escalofriante. En 1862 se vendieron unos terrenos cercanos a la iglesia para que se construyera una línea ferroviaria. El escritor Thomas Hardy trabajaba por entonces para un arquitecto que participó en este proyecto y determinó que había que desplazar las tumbas que se encontraban en los terrenos por los que tenían que transcurrir las vías.
Fue Thomas Hardy el que se tuvo que encargar de solucionar el engorro y la solución que le pareció más acertada, para honrar la memoria de los muertos y no resultar irrespetuoso, fue trasladar las lápidas de las tumbas hasta otro lugar cercano a la iglesia, junto a un fresno, por entonces joven, que daba un aspecto amable a los jardines de la iglesia. Mientras que los ataúdes y cadáveres fueron enterrados en otros lugares de Londres, sus lápidas se habían quedado sin dueño, por lo que Hardy tuvo la ocurrencia de colocarlas en forma de círculos alrededor del árbol. El árbol creció y sus raíces se hicieron más fuertes, levantando las lápidas o avanzando tortuosamente entre los resquicios que quedaban entre unas y otras, como si la muerte se enraizara a la vida.
Aquellos pedazos de piedra condenados al olvido son hoy en día uno de los atractivos de Saint Pancras y, en su momento, la fuente de inspiración de un novelista que no dejó que pasaran en vano los años en que trabajo desenterrando a los muertos de la ciudad. Es por ello que el rincón también se conoce como ‘El árbol de Hardy’.