Día 1 de noviembre, festividad de Todos los Santos, fiesta a nivel nacional, pero que también se celebra en muchas partes del mundo, en la que lo más tradicional es llevar flores al cementerio a los familiares o conocidos que han fallecido en muestra de recuerdo.
Se trata de una celebración que se realiza oficialmente desde el año 840, aunque su origen se remonta en torno al año 370, cuando la Iglesia Primitiva adoptó la costumbre de conmemorar a los mártires en el aniversario de su defunción. Sin embargo, el gran número de mártires hizo que no fuera imposible realizar tantas conmemoraciones con lo que la Iglesia señaló un día común para todos. La Iglesia Católica la celebra el 1 de noviembre, y la Iglesia Ortodoxa el primer domingo después de Pentecostés.
En este día, los cementerios se llenan de adornos florales, depositados por los más allegados de los fallecidos que allí residen. Ésta es una tradición muy antigua, y de la que se desconoce su origen con exactitud.
Podría estar relacionada con antiguas costumbres, en las que el difunto velaba en la casa de la familia, y se usaban las flores para mitigar el olor, o simplemente vinculada con que las flores simbolizan paz y amor, el amor de las personas que recuerdan a sus familiares queridos, que ya no están con ellas, y la paz que es lo que se espera que encuentren las almas de aquellos que residen en los cementerios.