El tanatólogo trabaja con la familia en momentos de crisis para ayudarles a tomar las decisiones. Esta figura la proporcionan actualmente las aseguradoras de decesos, velando por ofrecer un excelente servicio con unos precios controlados, aconsejando sobre gastos superfluos que disparan las facturas de un sepelio de forma innecesaria.
Sobre todo se considera necesario cuando el paciente muere, pues los familiares deben considerar la donación de órganos, el servicio funerario que emplearán y si se enterrará o se hará la cremación de los restos del ser amado.
A diferencia del psicólogo o psiquiatra que analiza al paciente y busca que atraviese un proceso reflexivo, o de un trabajador social que ofrece el apoyo económico, el tanatólogo acude en momentos de crisis para tomar las decisiones.
También un tanatólogo acompaña en un proceso de duelo. Deberá dominar el arte de la comunicación: saber escuchar, reformular el contenido de lo que dice su interlocutor y la pasión con que lo dice (identificar emociones y sentimientos), oír el núcleo de lo que escucha, ser figura mediadora, transmisor de información, aliado confiable, ser compañía, manejar el contacto físico oportuno y finalmente deberá vincular para despedirse (no se involucra)
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