En lo que va de año han fallecido 290 personas en Barcelona que no han podido afrontar el pago de su propia sepultura. Para ellos hay un circuito establecido, el llamado “entierro de beneficencia”, en el reciben una despedida y un entierro digno.El número de estos entierros ha ido en aumento desde que empezó la crisis.
Sin pompa fúnebre
El entierro de beneficencia cubre los gastos y procedimientos mínimos que exigen las normativas, pero muchas de las liturgias habituales no quedan incluidas.No hay velatorio y el traslado se suele hacer sin ningún acompañante.
Una minoría de casos son familias con pocos recursos, que simplemente no pueden afrontar el coste de un servicio funerario estándar, que en Barcelona ronda los 3.000 euros de media.
En los entierros de beneficencia no se realiza nunca incineración ni tampoco liturgias a pie de sepultura. Si no acude nadie al sepelio, los operarios municipales se encargan solos de la inhumación. Si la persona fallecida tiene familia o amigos que quieren despedirle en el cementerio, pueden organizar o solicitar una pequeña ceremonia. Aunque por supuesto no les cobrarían nada, es una petición poco habitual, que se da como mucho un par de veces al año.
Los difuntos yacen en los nichos-fosa durante cinco años y luego sus restos se reducen y traspasan a los osarios.