Esparcir o depositar las cenizas de seres queridos fallecidos en lugares evocadores con un especial encanto o significado, se ha venido convirtiendo en un problema para los responsables municipales, A las cenizas, se suman las urnas, flores o velas con las que los deudos rinden los últimos homenajes a sus muertos. Son varios los Ayuntamientos que ya han prohibido esta práctica en determinadas zonas, y muchas las normativas autonómicas y locales que prevén la habilitación de espacios específicos para este fin en los propios cementerios,aunque no existe en nuestro país ninguna normativa de carácter general que regule la obligatoriedad de depositar en los cementerios las cenizas de cadáveres.
El crecimiento del número de cremaciones, más acusado en épocas de crisis, parece deberse al menor coste económico que conlleva, a la menor exigencia de espacio para el depósito de los restos y también en buena medida, a que las cenizas resultantes suelen ser esparcidas o depositadas no sólo en los cementerios, sino en lugares diversos, con un especial significado, elegidos en su momento por los fallecidos o por sus familiares.
La idea evocadora de esparcir las cenizas sobre el mar o, de depositar la urna mar adentro ha sido la causa de más de una sorpresa en algunas playas. A las urnas se suman las muestras de recuerdo al fallecido, generalmente flores o velas, en los lugares en los que en su momento se depositaron las cenizas. El uso de materiales biodegradables ha permitido solucionar buena parte de este problema; urnas que se disuelven en el agua del mar en menos de una semana son ya los continentes utilizados por empresas que, a su vez, ofrecen a los clientes servicios funerarios, con viaje a alta mar incluido, para dar cumplimiento a la última voluntad del fallecido.
Los parques urbanos y determinados recintos históricos también son destino preferente de urnas y cenizas mortuorias, como lo son, igualmente, los espacios deportivos.
Cada vez son más frecuentes áreas diseñadas con un especial encanto para que puedan resultar evocadoras y que, además, ofrezcan a los deudos un espacio en el que recordar, depositar flores o acudir en fechas señaladas. Así, por ejemplo, el cementerio de Granada hay un “jardín de cenizas”, un espacio verde en cuyo suelo están integrados los columbarios, o el Bosque de las cenizas, creado en uno de los patios del cementerio, con árboles y caminos de piedra, en el que está permitido el enterramiento de urnas biodegradables.
En Barcelona se inauguraba el año pasado el Jardín de los Aromas, un espacio de más de 600 metros cuadrados con capacidad para inhumar 700 urnas biodegradables con las cenizas de los difuntos que se descomponen en contacto con la tierra húmeda. El romero, la salvia o la lavanda plantados junto a las placas identificativas de la urna enterrada permiten perfumar el entorno.
El establecimiento de pequeños cursos de agua, praderas, bosques de otro tipo, o incluso mausoleos para el depósito de cenizas, son otras alternativas que ya ofrecen numerosos cementerios españoles.
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