Coincidiendo con la conmemoración del Día Mundial de la Infancia, se ha lanzado una campaña para recaudar fondos destinados a luchar contra la desnutrición infantil.
Un niño desnutrido no solo es más bajo que uno sano, sino que además sus movimientos serán más lentos, prestará menos atención en la escuela, su capacidad de concentración se reducirá, tendrá menos ganas de jugar y será más vulnerable a las infecciones.
El menor desarrollo físico, motriz y cognitivo provoca también que estos niños tengan menos apetito y hará que si llegan a la edad escolar tengan menos capacidad de aprendizaje. Asimismo, les resultará más difícil conseguir un buen puesto de trabajo, lo que hipotecará su futuro y el de sus países. Los niños desnutridos de hoy son los pobres de mañana, y hay naciones con generaciones enteras en esta situación.Según datos del Banco Mundial, la pérdida de productividad de un niño desnutrido a lo largo de su vida será de un 10 % de su potencial de ingresos y a causa de la desnutrición un país puede perder hasta el 3 % del Producto Interior Bruto (PIB).
Las cifras hablan de forma clara: Más de 220 millones de niños de todo el mundo están privados de una infancia sana y feliz, de los que 55 millones sufren una desnutrición, y buscar soluciones está en nuestras manos.