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Los miembros de la Sociedad Cántabra de Escritores hemos recibido sobrecogidos la noticia de la muerte de Diego Alonso Rodríguez, a quien bien podemos calificar el poeta que elevó a la categoría de épica algunas de las grandes gestas de la historia antigua de Cantabria. Socio fundador de la Sociedad Cántabra de Escritores, fue presidente de la entidad en una etapa (2004-06) fructífera de iniciativas literarias.

De Diego tenemos que destacar varias obras de gran valor: su novela Jacobo (1999), finalista de un importante premio literario y el poemario Testimonios de Cantabria (2003), en el que se incluyen sus mejores poemas, muchos de ellos basados en un gran canto a la historia cántabra. Pero también dejaba sentir sus emociones desde el verbo cálido y romántico, lo que hizo en su obra Setenta y un sonetos de amor y duda, la tercera de sus grandes creaciones poéticas. Sobre toda su selecta creación, impartió conferencias y recitales por diversos puntos de la geografía española pero sobre todo en Cantabria.

Desde hace un tiempo circulaba entre los poetas y escritores «sabes que Diego está mal», eso que se dice casi musitando, como si la propia palabra final quedara muerta en nuestros labios. Su enfermedad fue enhebrándonos en zigzag a los que lo conocimos en distintos momentos, una manera de hacerse visible la red de vivos y muertos que es la vida.

El poeta tiene que hacerse y tiene que ganarse, pero Diego ya era desde hace mucho tiempo un reconocido maestro en las rimas. Como escritor no se sentía solo, se sabía entre los poetas que admiraba, vivos o muertos, siempre se supo poeta porque después de su larga etapa de director general de un banco, tras jubilarse no sabía querer otra cosa. Ya en los años sesenta se pueden encontrar artículos en la tercera de El Diario Montañés en los que abordaba la necesidad de cambios para alcanzar la liberalización de las entonces rígidas normas que pesaban sobre la economía española.

Diego como escritor y poeta fue leal a sí mismo, a su carácter y, obstinado, realizó algo así como un destino. Vivió echando la frente hacia delante y buscó un espacio propio en la poesía, escogiendo en su última etapa la historia de Cantabria que su corazón sentía especialmente con fuerza por su buen saber. En sus recitales poéticos por las villas y los pueblos de Cantabria que con frecuencia compartimos, el público le hacía sentirse orgulloso de su poesía porque cuando cantaba los hitos históricos de Cantabria era el mejor. Pocas veces hemos sentido tanta emoción sobre nuestra tierra que escuchando el vibrar de las palabras encadenadas de Diego, armando con gran belleza y sentimiento algunos de sus muchos poemas que narraban con precisión las gestas históricas del pueblo de los cántabros. De toda su creación, una de las construcciones poéticas que más entusiasmaba al público era la referida a Julióbriga, la Brigantia de los antiguos cántabro en tiempos de Roma. ¡Que gran poeta de nuestra Historia cántabra hemos perdido!.

Cuando acabó su gran obra «Testimonios de Cantabria» se le acabaron los años. En esa obra se incluye un poema con el título «Un entierro en Cartes» al que asistió, en concreto el de Lucía Pedraja, una conocida partera de los años cincuenta. Una de sus estrofas la hago mía en nombre de todos los escritores que le tuvimos como gran amigo: «La tarde caía en silencio/en todos los ojos/hay llanto secreto/y hay lágrimas secas/en todos los pechos/», para enlazar con ese último viaje de la vida, ya definitivo: «Detrás el camino,/adelante, en un alto/está el cementerio./En los rostros penas/en el aire rezos.».

Era Diego Alonso un gran futbolero. No faltaba a ninguna de las citas de El Sardinero y en otros campos de España. Con su muerte, el Racing ha perdido también a uno de sus más fieles. Fue Mario Benedetti el autor de unos versos que, también gran futbolero, definió como «versos semifinales» y que dicen: «La vida es una máquina / para la que no hay respuestas / ni repuestos». Así nos dejó el poeta de Cantabria. Su muerte hace más mortal a su generación y a todos; se nos ha muerto Diego. Descanse en paz.

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Diego Alonso, Brillante Poeta De Cantabria

Falleció el día 07-10-2009
en Cantabria


Los miembros de la Sociedad Cántabra de Escritores hemos recibido sobrecogidos la noticia de la muerte de Diego Alonso Rodríguez, a quien bien podemos calificar el poeta que elevó a la categoría de épica algunas de las grandes gestas de la historia antigua de Cantabria. Socio fundador de la Sociedad Cántabra de Escritores, fue presidente de la entidad en una etapa (2004-06) fructífera de iniciativas literarias.

De Diego tenemos que destacar varias obras de gran valor: su novela Jacobo (1999), finalista de un importante premio literario y el poemario Testimonios de Cantabria (2003), en el que se incluyen sus mejores poemas, muchos de ellos basados en un gran canto a la historia cántabra. Pero también dejaba sentir sus emociones desde el verbo cálido y romántico, lo que hizo en su obra Setenta y un sonetos de amor y duda, la tercera de sus grandes creaciones poéticas. Sobre toda su selecta creación, impartió conferencias y recitales por diversos puntos de la geografía española pero sobre todo en Cantabria.

Desde hace un tiempo circulaba entre los poetas y escritores «sabes que Diego está mal», eso que se dice casi musitando, como si la propia palabra final quedara muerta en nuestros labios. Su enfermedad fue enhebrándonos en zigzag a los que lo conocimos en distintos momentos, una manera de hacerse visible la red de vivos y muertos que es la vida.

El poeta tiene que hacerse y tiene que ganarse, pero Diego ya era desde hace mucho tiempo un reconocido maestro en las rimas. Como escritor no se sentía solo, se sabía entre los poetas que admiraba, vivos o muertos, siempre se supo poeta porque después de su larga etapa de director general de un banco, tras jubilarse no sabía querer otra cosa. Ya en los años sesenta se pueden encontrar artículos en la tercera de El Diario Montañés en los que abordaba la necesidad de cambios para alcanzar la liberalización de las entonces rígidas normas que pesaban sobre la economía española.

Diego como escritor y poeta fue leal a sí mismo, a su carácter y, obstinado, realizó algo así como un destino. Vivió echando la frente hacia delante y buscó un espacio propio en la poesía, escogiendo en su última etapa la historia de Cantabria que su corazón sentía especialmente con fuerza por su buen saber. En sus recitales poéticos por las villas y los pueblos de Cantabria que con frecuencia compartimos, el público le hacía sentirse orgulloso de su poesía porque cuando cantaba los hitos históricos de Cantabria era el mejor. Pocas veces hemos sentido tanta emoción sobre nuestra tierra que escuchando el vibrar de las palabras encadenadas de Diego, armando con gran belleza y sentimiento algunos de sus muchos poemas que narraban con precisión las gestas históricas del pueblo de los cántabros. De toda su creación, una de las construcciones poéticas que más entusiasmaba al público era la referida a Julióbriga, la Brigantia de los antiguos cántabro en tiempos de Roma. ¡Que gran poeta de nuestra Historia cántabra hemos perdido!.

Cuando acabó su gran obra «Testimonios de Cantabria» se le acabaron los años. En esa obra se incluye un poema con el título «Un entierro en Cartes» al que asistió, en concreto el de Lucía Pedraja, una conocida partera de los años cincuenta. Una de sus estrofas la hago mía en nombre de todos los escritores que le tuvimos como gran amigo: «La tarde caía en silencio/en todos los ojos/hay llanto secreto/y hay lágrimas secas/en todos los pechos/», para enlazar con ese último viaje de la vida, ya definitivo: «Detrás el camino,/adelante, en un alto/está el cementerio./En los rostros penas/en el aire rezos.».

Era Diego Alonso un gran futbolero. No faltaba a ninguna de las citas de El Sardinero y en otros campos de España. Con su muerte, el Racing ha perdido también a uno de sus más fieles. Fue Mario Benedetti el autor de unos versos que, también gran futbolero, definió como «versos semifinales» y que dicen: «La vida es una máquina / para la que no hay respuestas / ni repuestos». Así nos dejó el poeta de Cantabria. Su muerte hace más mortal a su generación y a todos; se nos ha muerto Diego. Descanse en paz.


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