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NECROLÓGICA
A Cayetano
He puesto al comienzo de mi artículo el título con el que siempre llamaba, Cayetano. Compartíamos la misma sangre y veíamos al trasluz el alma de las cosas. Traté con él en muchísimas ocasiones, y pronto me di cuenta de que tenía por interlocutor a alguien que podía denominar con justicia un «fuera de serie». En sus tiempos universitarios tuvimos varios contactos, todos dignos de recordar porque ante mis ojos había un hombre pertrechado por las mejores virtudes humanas.
La vida nos llevó a distintos caminos. Mi dedicación política absorbió todas las venas de mi espíritu atraídas totalmente por aquello que yo consideraba esencial para la salud, la grandeza y la libertad de España. Puedo afirmar que lo más singular de estos valores eran compartidos en posiciones distintas por Cayetano. Por supuesto él no era falangista pero respetó siempre mi irrevocable ideología.
Llegó un tiempo en que ambos coincidíamos en el servicio a nuestra nación. Él como alcalde de Málaga y yo como ministro de la Vivienda del régimen del 18 de julio. Tengo que proclamar aquí y escribirlo con letras mayúsculas que fue el como alcalde de Málaga el que me concedió con la aquiescencia plenaria de todos sus concejales el título de hijo predilecto de la ciudad de Málaga. No se trata aquí de escribir unas líneas de gratitud por el trato entrañable que Cayetano me dispensó siempre. Estoy seguro que este pueblo nuestro tan dócil al veneno del olvido, quebrantará esta nociva tradición otorgándole el puesto que se merece en la historia de Málaga.
¿Quién era Cayetano? ante todo un enfervorizado creyente. La sombra del dolor del Cristo de Mena y la esperanza de la resurrección le acompañó hasta el último instante de su vida. Era sobre todo un hombre cabal y entero, generoso e indulgente, compasivo y militante de la ayuda a sus prójimos. Era un prodigio de sensibilidad, vertiente que solo se puede atribuir a seres excepcionales. Amaba las auroras, la ondulante compañía de su mar fraterno, las tinieblas estrelladas de su cielo malagueño, sus aromas, sus luces, sus claridades destempladas, y siempre tenía el rostro amable para los que conversaban con él. Era recto y justo, alérgico a la vanidad, enemigo del teatralismo y de las loas, era humilde y sencillo, pero éstas cualidades no disminuían el poderoso atractivo de su limpia personalidad. Ni que decir tiene que amó a Málaga delirantemente, con pasión, comprendiendo siempre la compleja situación de sus múltiples aconteceres históricos. La amó en su esencia inmodificable, en su luz acogedora, en el caliente estimulo de sus aromas que invadían a menudo todos los pasos de su rica existencia. Fue siempre un intelectual sin pretensiones, alguien con suficiente categoría para despreciar lo anecdótico y amar aquello que era muy difícil de modificar. Nunca le oí una queja, una leve protesta, un mínimo rencor que siempre acompaña a los corifeos de la cosa pública. Limpio varón y caballero andante, tenía en el amor encendida su frente, y tenía en la memoria la fuente dolorida de la verdad.
Su vida fue un verso caliente y tenía la seguridad de que su luz nunca habría cambiado. Amó como nadie las tradiciones de Málaga y espero que la significativa toga del Cristo de Mena acogerá bajo sus pliegues a quien tantas veces se arrodilló ante su imagen. He ofrecido ante sus restos cinco rosas arrancadas de un jardín de Málaga. Aclaro que el simbolismo de esta ofrenda formó siempre parte de los últimos viajes de mis amigos y de mis camaradas. Como amigo fraterno le he ofrecido el rojo color de sus pétalos y junto a ellos mi oración. Algo muy grande ha desaparecido de Málaga. Ya no conoceremos directamente el eco de su inenarrable simpatía, ni oiremos la firmeza de sus pasos, pero habrá siempre en el recuerdo de los bien nacidos una oración entusiasmada a quien supo vivir como un hombre y no dimitió jamás de su condición de español intachable.
No sé si estas líneas serán comprendidas del todo, pero puedo asegurar que han brotado de mi corazón dolorido con la esperanza de poderte decir sin dolor y sin desesperanza «hasta luego, amigo mío».
El equipo de Rememori.com quiere hacer llegar a su familia y allegados su sincero mensaje de condolencia, y ofrecerle todos los servicios que ofrece nuestra web, para recordar y homenajear a sus queridos fallecidos.