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NECROLÓGICA
Cayetano, el novio de Málaga
Soy un hombre a quien la suerte
hirió con zarpa de fiera ..
L a cal de La Farola ya amarillea y La Malagueta clarea de madrugada adornada con farolillos de feria pero ya sabemos que no podremos volver a ver pasear, por sus descuidadas aceras, la figura de Cayetano. Figura y genio, genio y figura de Cayetano, una alegoría indulgente de la manera de ser malagueña. Esa manera algo liviana de ver las cosas para quitarle peso a la gravedad de nuestras vidas. En esos paseos el ritual del encuentro casual con Cayetano implicaba paradita y una corta conversación (toros, futbol semana santa o política) llena de humor, ironía e inteligencia. En esos encuentros cercanos Cayetano, con unos ojos vivos que se clavaban en los de su interlocutor para ver el efecto de sus palabras, usaba un suave deje muy local y se ayudaba de unos elegantes movimientos de manos y enfatizaba levantando los brazos. El instante dejaba, después de la despedida , como el regusto feliz de una mutua resignación de los toros, del futbol o de la política que, sin ser fatalismo, moldea esa esencia boquerona que Cayetano representa.
Jurista, notario, registrador, político, alcalde, cofrade, hermano mayor, cronista, escritor, marido, padre, viudo, jubilado... El poliedro de una vida pública y privada que se nos ha ido pero queda siempre viva en la memoria colectiva. De todas formas uno tiene la intuición de que a Cayetano, en realidad, le hubiera gustado retirarse como de General de algo, quizás de la Legión, pues los temas militares eran una de sus pasiones. Su etapa militar es, curiosamente, una de sus facetas que mas ocupa \'Anécdotas de una vida\' su última publicación aparecida el año pasado.
No quiso Cayetano llamar a esa obra \'autobiografía\' sino darle la levedad propia de un anecdotario. En el apartado titulado Pinceladas, que pretende justificar la publicación ante el lector , nos dice textualmente: «El camino para escribir sobre mi tal vez fuese huir de lo trascendente para refugiarme en la anécdota. Huir de la categoría para instalarme en lo accidental, pero quiero escribir algo muy malagueño».
Y efectivamente ese anecdotario es, en realidad, una ligera sucesión, algo desordenada, de pequeñas historia. Mejor sería llamarlo intrahistoria que es como \'el decorado\' o la parte más \'doméstica\' de la historia visible. El libro de Cayetano es la intrahistoria de la Málaga de la segunda mitad del pasado siglo con sus luces y sombras. Siendo el autor un niño de la guerra las historietas transitan desde los años de la miseria de la posguerra al neón de La Costa del Sol de los setenta. La parte más emotiva son los recuerdos infantiles de una arcadia feliz a la sombra de la araucaria de Villa Jaraba. La Málaga del paraíso perdido...
Le falta a las historias que cuenta Cayetano algunas informaciones muy valiosas que por muy diversas razones, pudor y respeto, el escribano se deja en el tintero. Personalmente le insistí que no dejase esos huecos. Puede que el escribano las haya dejado escritas en algún lugar para publicarse en mejor momento. La autocensura de Cayetano viene de dos frentes: omite por decoro toda referencia a la topografía más frívola de la Málaga y su Costa de los sesenta y setenta; omite referencias clave para entender la intrahistoria de la primera parte de nuestra transición en los setenta. Estas últimas omisiones Cayetano las viene a justificar diciendo que «nunca quise herir ni mucho menos poner sombra sobre la memoria de los que se fueron «Genio y figura. Un Señor de Málaga».
Cayetano era amable de formas y afable en el trato con todos los que le rodeaban sin distingos de ningún tipo y se le veía tomando café con personajes de muy variada situación. Hasta el punto de que en el citado libro rememora y cuenta divertidas historietas del Paquito, ya fallecido, aquel personaje al estilo de Matías, que merodeaba los cafés de la calle Larios contando chistes y pidiendo que le invitasen a \'lumumbas\'.
Mis recuerdos de Cayetano se asocian a los jueves santo, el puerto por las mañanas soleadas recibiendo al Tercio, y la vinculación de Mena con la Legión que tanto amaba y apoyó permitiendo que los legionarios pasen de ser mercenarios a Caballeros Legionarios o monjes de Dios y, de paso, nos dejen a todos con ese pellizco en el corazón por las calles de Málaga.
Ya no volveremos a ver la romántica estampa de Cayetano paseante de La Malagueta como un coronel que no tiene quien le ascienda. Se nos ha ido el novio de Málaga.
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La muerte no es el final, Dis le de descanso eterno