El portal nº1 de esquelas online
TANATORIO M-30 Sala: 6 MADRID
Fecha de incineracion: 29-03-2011 a las 13:50
Crematorio de la Almudena
El equipo de Rememori.com quiere hacer llegar a su familia y allegados su sincero mensaje de condolencia, y ofrecerle todos los servicios que ofrece nuestra web, para recordar y homenajear a sus queridos fallecidos.
Hoy me he enterado del fallecimiento de Don Juan Ignacio Ortiz de Urbina, el que fuera nuestro abogado (de mi esposa y mío) en un procedimiento laboral y otro penal y me he quedado sin palabras. Cuando una de sus secretarías se ha puesto en contacto conmigo y debido a mis palabras ha intuido que yo desconocia el triste desenlace, me ha informado de ello y no he sabido que decir. Por eso desde aquí y sea donde sea que se encuentre querido Juan Ignacio, quiero darle las gracias por su profesionalidad, sus palabras de ánimo, sus buenos consejos (gracias a ellos aún sigo casado con mi esposa) y la paciencia que siempre nos dispensó (porque nos hemos atrasado en algún pago). Quiero darle las gracias porque siempre creyó en nosotros y sé que desde donde quiera que se encuentre nos ayudará a ganar ese procedimiento que aún sigue pendiente de resolverse. Sé igualmente que desde donde quiera que se encuentre seguirá animando al Athletic de Bilbao (el Club de nuestros amores) y que creó entre nosotros un nexo muy especial. Desde aquí envio mis condolencias a toda su familia y allegados. Gracias por todo amigo Juan Ignacio.
Juan Ignacio...ya sabes tú lo que has significado y seguirás significando en la vida de Mama y Sonia asique no necesito decirte mucho más.Gracias por todos tus consejos como profesional y como amigo,gracias por haber estado con nosotras SIEMPRE que te hemos necesitado,tanto en los buenos como en los malos momentos.Nunca Nunca Nunca te olvidaremos. Te queremos muchísimo Juan Ignacio,descansa en paz. Santa y Sonia
En nombre de AUPECAM nuestra mas sincera condolencia por esta inmensa pérdida que tanto nos ayudó a conocer cómo funciona la admón de la justicia y al que siempre echaremos de menos por su gran sabiduria y bondad y porque ya no tendremos a nadie que nos diga me veo llevándote un bocadillo a la cárcel
Juan Ignacio Ortiz de Urbina, Abogado (de los que ya no quedan) por Miguel A. Gallardo, in Memoriam Acabo de ver por última vez a mi amigo Juan Ignacio Ortiz de Urbina en el tanatorio de la M-30. A los que le han conocido de verdad, no hace falta que se les diga mucho, y a los que no tanto, deben saber que era un hombre que sabía escuchar y, en el mejor sentido de la expresión, hacía pensar en todo lo que quien tiene un problema debe de pensar, aunque no lo sepa. Hace más de veinte años que he podido disfrutar y aprender de sus conversaciones, últimamente por correo electrónico (no dejaba ni un mensaje sin responder dándose por enterado de cuanto se le contaba), y por el móvil, el maldito móvil, que parecía humanizarse cuando el que hablaba era Juan Ignacio. Los que reconocemos ser culpables de unas cosas pero nos tenemos que defender porque nos acusan de otras distintas, siempre encontramos en Juan Ignacio inteligencia, paciencia y humanidad. Sí, era muy humano, probablemente más que ninguna otra cosa, aunque sabía muchísimo derecho penal, se puede decir que conocía muy bien la Ley de la Vida. Ya no sé a quién podré llamar si me detienen o si ingreso en prisión, o si me vuelven a acusar de lo que no he hecho, o si quiero comprender algo que se me escapa, o si necesito un consejo de altura y hondo al mismo tiempo, o si quiero sentirme un poco más importante, como cuando le ofrecía alguna idea, alguna experiencia o alguna propuesta que le gustaba, y sonreía elocuentemente. He recomendado a varios acusados, y menos a demandantes, denunciantes o querellantes, sincerarse con Juan Ignacio. Siempre me ha dejado bien pese a que no siempre estuve seguro de que ellos y ellas merecieran un abogado de tantos quilates, tan equilibrado, con tan buen temple y tan fino filo para utilizar su mirada llegando al corazón, al hígado y al cerebro de un procedimiento judicial de docenas de volúmenes de legajos, como un cirujano utiliza un bisturí para operar únicamente en el centímetro cuadrado del problema. Cuando hace un rato le he visto amortajado no he podido evitar pensar que el rictus no vencía su curtida expresión de atento oyente, casi confesor o tal vez más aún, dialogante que escucha más de diez veces de lo que habla, pero que cuando dice algo, siempre hizo que me sintiera tocado, y a veces muy tocado, creo que casi siempre para bien. Era un lujo moral poder pasar un rato en su despacho viendo sobre su cabeza el cartelito que rezaba "Las visitas más cortas son las que más se agradecen". Me quedan de él algunos libros valiosísimos, más que por su contenido o sus autores, por los sagaces comentarios con los que me los ilustró. Tuve suerte, porque me regaló momentos con palabras y con gestos que no dejan mentir ni ocultar nada a nadie. Hace algunos años escribí por él (pero sin que él me lo pidiera y nunca supe si le gustó mucho o poco) un artículo titulado "Defendamos a un abogado", cuando yo creí, casi seguro que equivocado, que él podría necesitar alguna ayuda. Ahora me siento mucho más indefenso que ayer, y tengo ganas de escribirlo, pero más aún de gritarlo en esta triste, y para colmo, lluviosa tarde de lunes, en la que parece que los ángeles lloran por cada minuto que sufriera, sé que más que por sus propia agonía, por su mujer, Carmen (y que me perdone, también por sus exmujeres de las que me consta que siempre se preocupó y ocupó), sus hijas e hijos, a los que reconozco que siempre envidié, sus clientes que no siempre le merecieron, y sus compañeros que siempre percibí que le respetaban profundamente. No quiero ofender a ningún abogado aquí, pero que nadie se atreva a compararse con mi amigo, pese a ser abogado, muy abogado, Juan Ignacio Ortiz de Urbina. Tal vez te hayas convertido formalmente, aunque ya lo eras, en el Ángel de la Guarda, allá donde estés. Acuérdate de mí, por favor, cuando tomes posesión de tu nuevo cargo y dame un par de huecos en tus siempre apretadas agendas, o llámame aunque sea por la noche o en festivo. Tenemos que hablar de muchas cosas aún, querido Juan Ignacio. Un fuerte abrazo, Amigo. Miguel A. Gallardo www.miguelgallardo.es/criminologo